jueves, 17 de diciembre de 2015

6.- JOSÉ RODRÍGUEZ DE LOSADA (EL RELOJERO)

           Hasta aquí hemos dado datos de los antecedentes familiares de José Rodríguez de Losada en Castroquilame y la unión de esta familia con la de Iruela. El que se desconozca que su abuela fuera de este pueblo se debe a que las publicaciones que se han hecho (y como hemos visto en las entradas anteriores) solamente citan  el expediente 1245,8 de la Sala de Hijosdalgo de la Real Chancillería de Valladolid. Pero en ningún caso profundizan en este y menos aun descubren los otros expedientes de la misma Chancillería o de el Archivo Histórico Nacional. 
          José nace en Iruela y el  8 de mayo de 1797 es bautizado por el cura Don Miguel San Martín. Es hijo legítimo de Miguel Rodríguez y María Conejero . Sus abuelos paternos Thomás Rodríguez y María Álvarez y maternos Juan Conejero y Ana Zamorano, vecinos de Iruela; y actuaron de Padrinos en la ceremonia Don Josef Calbete, presbítero, vecino de Villariño y Ángela Carbajo, vecina de Iruela a quienes el cura oficiante advirtió de su obligación y parentesco espiritual para con el recién nacido.(1)

1 Archivo Parroquiql de Iruela. Libro de Bautismos (1753-1852), pag. 92. Recogido del libro de Luis Alonso Luengo "El Reloj de la Puerta del Sol" pag. 23.

                
        Sobre la infancia de José se han escrito diferentes historias, creo que con poco fundamento e inventadas la mayor parte de ellas. La familia de Castroquilame y por transmisión oral siempre contó una historia diferente a las publicadas. Yo me inclino por que esta es la verdadera, pero entiendo  también que en casi doscientos años y cinco generaciones, lo que a mi se me cuenta puede ser algo subjetivo. No obstante, hay otros datos que se transmiten de la misma forma y que después de investigarlos resultan ser ciertos y avalados por archivos históricos como la Real Chancillería de Valladolid o el Archivo histórico Nacional, como ya vengo demostrando en las entradas anteriores.
Su abuela, que es de Castroquilame, termina sus días en este, ya que había muerto su marido Thomás y vuelve  a su casa natal en compañía de su hermano José y de su hijo Baltasar, hermano a su vez del padre de J.R. Aquí como demostraré mas adelante se esconde una historia algo peculiar y que dará pie a que el joven José que pasará una temporada en esta casa la abandone de una manera algo extraña. La abuela María en complicidad con su hermano José y su hijo Baltasar deja Iruela donde ha vivido con su marido y sus hijos y regresa a su casa de origen en Castroquilame, su hermano es el último Álvarez de Losada y no tiene descendencia. En este caso la heredera sería María o en su defecto sus hijos. Pero y mediante un arreglo, no se si muy decente (aunque si parece legal) el heredero es su hijo Baltasar, hay un documento (que mostraré) en que ella renuncia a la herencia en favor de este.
Como veíamos en la primera entrada Miguel, el padre del Relojero Losada tenía como hermanos a Juan (en el priorato de Cerecinos), Marcelo (casado y residente también en Cerecinos), Alonso y Manuel de los que no sabemos nada, posiblemente alguna hermana y Baltasar del que vamos a hablar ahora.

           Es natural de Iruela y son sus padres Tomás Rodríguez de Losada, de Iruela y María Álvarez de Losada de Castroquilame. En Castroquilame en este momento viven los hermanos de María, D. Pedro, presbítero y José que está casado con Dominga García y que no tienen descendencia.
El pueblo de Iruela está en las faldas del Monte Teleno y no muy distante de la comarca de la Maragatería, a unas pocas horas caminando o en caballería se llega a Pobladura de la Sierra o Quintanilla de Somoza y un poco mas distante está Santiago Millas, el principal pueblo arriero. Y es que Baltasar Rodríguez de Losada es arriero. La situación de una tierra inhóspita donde la actividad agraria es poco productiva y la existencia de varios hermanos en casa, empujaría a Baltasar a buscarse otra forma de vida. Posiblemente lo hiciera por cuenta de algún maragato en principio, aunque la tradición oral familiar lo sitúa de la década 1790-1800 como arriero por cuenta propia con varios mulos o machos.
             Los arrieros maragatos se hicieron muy famosos, traían y llevaban mercancías muy variadas: pescados, salazones, garbanzos y otras legumbres, aceite, jabón, vinos, pieles, correo, plata, sal, pimentón,…Sus rutas unían Galicia, Asturias y León con Madrid. Dormían en las posadas y comerciaban por los pueblos que pasaban. Otros transportaban mercancías ajenas, siendo preferidos por la garantía y seguridad que ofrecían sus envíos. A partir del siglo XVIII los negocios más importantes estuvieron relacionados con los servicios al estado conduciendo caudales y tabaco.
            A su paso por Castroquilame siempre se hospedaba en casa de sus tíos. Las veladas nocturnas, sobre todo en invierno, se alargaban varias horas por lo que a veces Baltasar se quedaba un día más; en estas hablaban de lo que pasaba en los pueblos que el arriero visitaba, de su madre y hermanos en Iruela, posiblemente su padre Tomás ya había muerto. También se quedaba en las ocasiones que había mucho trabajo y unas manos más eran bien venidas (matanzas, majas, vendimia, etc.). Así conoce Baltasar a Isabel García, sobrina política de su tío José, hija de un hermano de Dominga, su mujer.
Era Isabel mujer de tez blanca y poco ajada por los trabajos del campo, ya que su naturaleza enfermiza le impedía realizar lo que otras hacían con asiduidad. Las relaciones entre ambos son bien vistas por todos y así Baltasar e Isabel intiman y contraen matrimonio con la alegría y bendición de toda la familia. Por otra parte al carecer de herederos directos José y Dominga, de forma más o menos velada, se da por hecho que los sobrinos de ambos sean los herederos. Estos hechos ocurren en la década última del siglo XVIII, posiblemente al final de la misma. Hay documentos en 1802 en los que ya son matrimonio.
Las alegrías iniciales pronto se ven ensombrecidas por las frecuentes enfermedades de Isabel, su naturaleza débil hace que continuamente esté indispuesta. No se ve remedio a sus males, tampoco tiene descendencia y la alegría pronto se torna en tristeza. La salud de Isabel empeora rápidamente y fallece.
              Baltasar entristecido propone a sus tíos José y Pedro su vuelta a la vida de arriero y a su pueblo natal de Iruela. Pero durante el tiempo que ha durado el matrimonio ha demostrado ser un hombre de bien, trabajador y honrado, así que no solo no le dejan marchar sino que le instan a que busque otra mujer, se case y permanezca viviendo con ellos prometiéndole que será su heredero. Así que Baltasar acepta, y por acuerdo entre los presbíteros D. Pedro, su tío, y D. Salvador Anta, cura de Robledo, se casa con una sobrina de este último, llamada Teresa López. Eran estos naturales de la Portela de Aguiar.
Esto ocurre en un tiempo muy corto ya que si en 1802 Baltasar está casado con Isabel, en 1806 ya está viudo y en 1809 vuelve a estar casado con Teresa. De ésta dice la tradición que era moza joven y arrogante y que pronto tuvo descendencia con la consiguiente alegría de todos.
                  Baltasar sigue relacionado con su pueblo natal Iruela y lo visita con frecuencia, lo hace siempre durante el otoño para comprar algunos jatos en este y en otros pueblos, jatos que recriará durante el invierno y venderá a la primavera siguiente. Era costumbre en estos pueblos de montaña tener a los ganados durante el verano en las sierras, cuidados por los vaqueros o de vecera y deshacerse de ellos al comienzo del invierno a causa de la escasez de pastos por la nieve y el frío y también por carecer de reservas suficientes de hierba seca en los pajares.
                  Fue en uno de estos recorridos cuando Baltasar y su hermano Miguel acuerdan que José le acompañe y haga el oficio de pastor. Es un muchacho despierto y cumple adecuadamente con sus cometidos. Sin embargo no recibe ninguna remuneración por su trabajo. Los pastores o criados generalmente recibían de soldada ser calzados, vestidos y alimentados y algunos reales que se entregaban a sus padres. En este caso la tradición oral dice que los pocos reales que le correspondían se los daba Baltasar al padre de José. El joven no se encuentra a gusto con su situación, es inteligente y sabe que no tiene futuro.
              Un domingo, José ha salido con las cabras por el arroyo de Valdortos con el deber de guiarlas hasta la cumbre, pero las entretiene y hace tiempo, sin alejarse mucho. Espera a que las campanas toquen a misa, aguarda un rato más y cuando calcula que sus tíos ya están en la iglesia, se acerca sigiloso a casa, entra y sube al cuarto de D. Pedro, abre el escritorio y coge tres cajones, que junto con su contenido, saca rápidamente de la casa y los lleva hasta el Valío. Allí escondido y nervioso busca entre los papeles, lleva el tiempo suficiente en la casa para saber que allí se guarda el dinero, pero no hay nada, solo papeles. Desesperado, pisotea los cajones hasta destrozarlos y huye.

             La tradición oral sitúa al joven José, después de su huida, como aguador en Ponferrada. Subía por el Rañadero desde el río a la plaza de las Eras y se detenía a descansar y a observar a un relojero que existía en esta calle.
Después de ver al muchacho muchas veces observando su trabajo, un día el relojero se dirigió a él y en la conversación surgió que si le gustaría al aguador trabajar de ayudante del relojero, a lo que éste contestó que sí. Y parece que con gran aplicación, José aprendió el oficio. Se desconoce el tiempo que estuvo en Ponferrada, y se cuenta que se fue para incorporarse a filas. Aquí se pierde la historia hasta que un día José se embarca para Londres y allí se hace relojero famoso.
            Conocida su fama dos hijos de Baltasar, José y Benito deciden visitarle en Londres. Benito había estado estudiando para sacerdote y aunque decide abandonar en el último momento, con el consiguiente disgusto de su padre, tendría una formación que le permite hacer el viaje a Londres.
Ignoramos de qué forma hacen el viaje pero José y Benito se presentan en Londres ante el famoso relojero, su primo. Éste les recibe de píe y les pregunta qué les ha traído tan lejos, a lo que responden que han venido a verle. A esto José Rodríguez de Losada contesta, dándose la vuelta y mirando por la ventana, “de frente ya me habéis visto, ahora miradme de espaldas y adiós”.
                 Aquí aparece un enorme rencor y una falta absoluta de ganas de perdonar y nos preguntamos qué es lo que había pasado. Cuando José es pastor en casa de su tío, este ya tenía hijos y es probable que el trato a estos y al sobrino no fuera el mismo, sin embargo no parece suficiente este motivo. En el documento siguiente, escritura entre Baltasar y su madre, esta firma que renuncia a la herencia de sus hermanos D. Pedro y José y lo justifica por el dinero y las fincas que ya ha recibido para hacer frente a deudas contraídas por su marido Tomás. Aquí sí puede haber una explicación: Tomás muere joven y deja a sus hijos en una situación precaria, entre ellos a Miguel, el padre de José. Éste al vivir en Castroquilame, observa que la casa de su abuela está en muy buena posición, José se siente robado por su tío, ha conseguido desheredar a su padre y le ha privado a él de lo que su padre debía de haber recibido. Y esto no lo perdonará José jamás. Si Baltasar no hubiera intervenido con su matrimonio con Isabel García, la que heredaba era su abuela y por tanto su padre, que pasaba con toda seguridad por grandes estrecheces.
Como si no, se puede explicar este desprecio a su familia de un hombre que es el primer cronometrista de Inglaterra, proveedor de cronómetros para la Marina Española, persona desinteresada, que desea regalar un gran reloj que dé la hora a todos los españoles y construye el reloj de la Puerta del sol.
Como si no, puede actuar así este hombre del que el poeta José Zorrilla dice las maravillas que veremos en la entrega siguiente.

Veinticinco de agosto de 1.821
“En el lugar de el lugar de Castroquilame, a veinte y cinco días del mes de agosto de mil ochocientos veinte y uno, ante mi escribano de la villa de Ponferrada, en el que es comprendido este referido lugar, y testigos; pareció presente Dña. María Álvarez de Losada viuda que quedó de Dn. Thomás Rodríguez, vecino que fue del lugar de Iruela, y ella natural de este nominado lugar y residente en él, hija lexítima que quedó de Dn. Lorenzo Álvarez de Losada y de Francisca López Lastra, difuntos que también fueron de esta misma vecindad y dijo: que al fallecimiento de su difunto padre, quedó en la compañía de su madre y hermanos, Dn. Pedro y Dn. Josef, hasta que se verificó el matrimonio que deja referido, que pasó al enunciado pueblo de Iruela; y para soportar las cargas matrimoniales, y pagar algunos créditos que contrajo dicho su difunto marido, recibió de la referida su madre y hermanos varias partidas, así de terrenos como muebles y maravedises; con los cuales y con las que sus hermanos e hijo Dn. Baltasar Rodríguez de Losada, de esta vez en quien recayeron las herencias de aquellos, tiene dado a los demás hijos de la otorgante y hermanos de este último, no le queda la menor duda que se halla enteramente reintegrada, con exceso de sus lexítimas paterna y materna; Y para que en lo sucesivo no se formen pleytos ni discordias entre sus hijos, contra el Dn. Baltasar por la referida razón, ni por esto pueda haber reclamación alguna, por el tenor de la presente y en aquella vía y forma que más firme sea y haya lugar en derecho, otorga que desde hoy en adelante para siempre jamás, se aparta y aparta a sus herederos de qualesquiera reclamación que sobre las expresadas herencias, y lexítima paterna y materna podían hacer, respecto que como deja dicho se halla reintegrada con exceso, en la forma que deja referida anteriormente y a mayor abundamiento le da al nominado Dn. Baltasar Rodríguez de Losada el correspondiente recibo y carta de pago en forma. Y declara que en esta escritura no hay dolo, fraude ni engaño, y si alguno hubiere, usando la otorgante de las facultades que el derecho le permite, le hace al susodicho graciosa  donación  y cesión pura, mera, perfecta e irrevocable, que el derecho llama inter vivos  del quinto y tercio de sus bienes, según y en forma que de ellos puede disponer; y se obliga con su persona y bienes muebles y raíces, habidos y por haber, a no reclamar cosa alguna sobre el particular, ni ella, ni sus hijos ni herederos...

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